En pinceladas del
recuerdo sobre el fútbol en mi vida, siempre hay rememoración fugaz del juego
entre amigas y amigos, el famoso fútbol tenis, la fiebre del mundial con las
revistas para coleccionar a bordo, y como no, cada domingo los silencios en las
calles, uno que otro transeúnte vestido de rojo y blanco, y la radio a todos
sus decibeles para que los fanáticos e indiferentes a la redonda se
enteraran que jugaba una vez más “el tiburón”. De igual forma, despertarse
temprano, prepararse y vestirse elegante e ir a misa en familia (mi madre
siempre dijo: “este es el día de fiesta del Señor, por lo tanto hay que
vestirse bien”) y sin falta a darle gracias por cada semana que nos brindaba de
vida.
Después de esta
semana mayor, algo de reflexión, algo de fútbol, he vuelto por aquí después de
ver una serie de “tuits” emitidos en estos días por Santiago Aristizábal
(Periodista) relacionados a dos temáticas que me jalan uno de cada brazo –
después explicaré el por qué- se trata de fútbol y religión.
Siempre hemos visto
los símbolos religiosos en las canchas de fútbol: el persignarse, tan cotidiano
en el fútbol internacional pero usado también para provocar como fue el caso
del arquero polaco Artur Boruc, cuando en el 2006 militaba con el Celtic
(católicos) en un clásico a muerte contra el Rangers (Protestantes) donde se
santiguó y conmocionó a la hinchada rival; y en una segunda opción sin
intención de ofender a nadie , llevaba una camisa con la foto del papa Juan
Pablo II con la frase “Dios bendiga al papa”.
Otros como hacer la
señal de la cruz y entrar a su posición en el campo; el marcar un gol y
señalar al cielo; o aquella forma de agradecimiento del gol en la autoría de
Narciso Mina –en el que nadie creía- con la frase sacada de 1Corintios 10:15 en la camisa “No soy yo, es la gracia de Dios en
mí” por delante y “Yo solo me esfuerzo y le creo a
Dios” por detrás, en el
clásico ante Emelec en el gol número trece (gol con el que soñó el día anterior
al partido) de treinta que hizo en el año 2012, además de haber quedado campeón
con Barcelona en el campeonato de Ecuador.
Asimismo, la tripleta
de Miguel Borja por Colombia sobre los bolivianos en el Suramericano Sub 20 del
presente año. Siguiendo por las típicas oraciones previas en camerinos y
entrenamientos. O el periodista que se ordenó sacerdote con la frase: "los
católicos siempre jugamos en casa. Si lo hacemos así tenemos el árbitro a favor
y, en caso de emergencia, el penalti... nos lo regala. Ser católico es jugar la
champions todos los días"; hablando de católicos y champions, la famosa
Copa Clerical promovida por el cardenal Tarcisio Bertone - actualmente el
Vaticano retiró el patrocinio por la violencia generada a partir de estos
encuentros que van incoherentemente con la religión-. Y terminando en la reciente frase “Dios es
argentino, y ahora el papa también” de Maradona. En fin, dándole vueltas a
esto, ¿De qué lado está Dios en el fútbol?
Frecuentemente es
normal que en la prensa escuchemos que las victorias futbolísticas se asocien a
la estrecha relación con Dios, entonces eso quiere decir que los futbolistas
que no creen en Dios, ¿no tienen la oportunidad de ser vencedores en lo que
hacen con pasión?
Estoy convencida que
Dios transforma vidas, y creo que las actuaciones del día a día será la consecuencia
de nuestro futuro cercano, lejano o como lo queramos ver. Dios no quita las
armas en un conflicto, ni se las entrega a otros. Dios no pita partidos de
fútbol, ni es socio mayorista de un club. Lo anterior mencionado lo daré con el
ejemplo de Didier Drogba, futbolista militante del Galatasaray, quien ha tenido
iniciativas de participar en procesos de paz promovido por sus dogmas de fe y
amor, además reconoce el talento dado por Dios, quien da gracias infinitas a Él
y complementado con su trabajo - como el mismo lo ha dicho - por lo que ha
demostrado en su carrera profesional.
Al empezar dije que
estos dos paradigmas me jalan de cada lado, ya que el día del Señor también es
el día del fútbol. Por un lado me seduce la idea de los principios religiosos,
la doctrina cristiana y la convicción de un Cristo Salvador. Pero más que eso
soy una gran fanática, seguidora, fiel y creyente del fútbol: visitar su templo
es un ritual imperdible; fijarse quién precede la ceremonia es de vital
conocimiento como variable al resultado; cantar himnos de alabanza al onceno
que nos dará la gloria del momento es imprescindible, sentir el éxtasis cuando
tu equipo del alma levanta la copa de la gloria, tal cual como el cáliz para
los cristianos.
Por lo tanto, meterse
en un terreno tan polémico como lo es el fútbol y la religión, es un poco
peligroso, ya que requieren el respeto y la profundidad de lo que significa
para cada quién que practica o profesa ser parte de un grupo de éstos o de
ambos a la vez. O en ninguno de los dos. Para unos como para Eduardo Galeano:
"El fútbol es el opio moderno de los pueblos" y describió "¿En
qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que tienen muchos creyentes y en
la desconfianza que le tienen los intelectuales". Es cosa de FE, de creer
y experimentar. Más que futboleros, religiosos, necesitamos tolerancia,
aceptación y respeto por aquel que no viste tu misma camiseta ni sigue tu misma
religión.
Finalmente, solo
quería tocar frescamente algunas eventualidades en los que estas dos áreas han
sido mezcladas por la complejidad de nuestra cultura y que hace parte de
nuestra memoria colectiva. ¡Solo le doy gracias a Dios de que existe el
fútbol, y que dominicalmente les rindo pleito a los dos!
Julieth
González Therán
@JULIETHCGT